lunes, abril 09, 2007

¿Y las leyes? Bien, gracias



Llegue al aeropuerto Internacional del Cibao ubicado en el sector Uveral de Licey en Santiago a las 3:00AM. La experiencia, digna de cualquier país desarrollado, con excepción de los innumerables letreros que anunciaban que “aquí no aceptamos dinero,” fue agradable y sin contratiempos.

¡La diferencia entre lo que ocurría en “aquellos años” y lo que estaba viviendo era sorprendente!
“La verdad es que en Santiago hemos dado pasos gigantescos,” murmuraba, mientras observaba la escasa cantidad de empleados y lo “normal” de sus actuaciones.

Se evidenciaba la ausencia de los parásitos gubernamentales o botellas y la abundancia de preparación y seriedad de los empleados.
“¿Será una isla dentro de Santiago o la transformación es generalizada?”, me preguntaba sin esconder mi asombro.

Mi admiración por los cambios logrados se agigantó al salir de Aduana sin que nadie me solicitara un “regalito” o sin tener que explicar que la cámara era para uso personal y que por lo tanto no tenía que pagar impuesto.

Al salir del aeropuerto mi incredulidad quedo aclarada. Las calles estaban transitadas por escasos vehículos que se apegaban a las reglas y normas del transito. Nos encontramos con un carro policial que, de forma muy correcta, mostraba sus luces intermitentes anunciando su presencia.

“¡Estamos en el paraíso!” Comenté a mi esposa quien me bombardeaba con preguntas, que por lo largo de mi ausencia, no podía contestar correctamente.

Otra vez, sin altercados, llegamos a casa de mi hermana y después de los comentarios de lugar, nos retiramos para descansar de lo que fue un largo y tedioso día que culminaba con un sin número de agradables sorpresas.

La noche se me hizo aun mas larga, pues mi fatigado cuerpo entro en batalla con mis pensamientos:
“¡Yo que he estado denunciando la falta de modales de los funcionarios públicos!
¡Yo, que reclamo educación, salud, y justicia para el pueblo!
¡Yo que abogo por la unión del pueblo en contra de los políticos tradicionales!” Pensaba.

Varios minutos más tarde y sintiendome un tanto avergonzado murmure en voz baja:
“¡Yo que públicamente rechazo el orden establecido por los partidos tradicionales (PRSC, PRD, y PLD), ahora estoy disfrutando de la paz y tranquilidad que el sistema le ha proporcionado a mi pueblo!”

Eran las 10 de la mañana, el bullicio citadino había opacado el escandaloso aire acondicionado del hotel.
Nos levantamos rápidamente, tratando de llegar a tiempo para ser partícipe de la marcha, desfile o carroza que interrumpía el sereno cantar de nuestras aves autóctonas en la mañana dominical.

Mis lentes de sol no fueron suficientes para protegerme del resplandor que produjo la cruel realidad que se presentaba ante mis ojos y paralizado por el brusco cambio de emociones solo logre balbucear: “El horror, el horror.”

Lo que creí que era el sonido de una carroza, de una marcha o de una procesión religiosa resultó ser el producto de la mala planificación, del sub-empleo (motoconchos), del deterioro moral de nuestros ciudadanos y de la falta de autoridad en las calles santiagueras.

Carros parqueados en las aceras, yipetas dando vueltas en U en frente de la AMET, carros privados y conchos parándose en luz verde y pasándose en luz roja, las peleas entre chóferes y motoconchitas, las aceras convertidas en carriles y el incontrolable deseo de tocar la bocina constantemente de todo el que manejaba me hicieron poner los pies sobre la tierra.

Después de comprobar el origen del escándalo y desilusionado por tan cruel realidad volví al restaurante donde me esperaba mi esposa. Un poco ofuscado llegué a la mesa y al mismo instante en que traté de explicarle a mi esposa el origen de aquella locura, se me acerco un amable mesero y me preguntó:
“¿Y usted señor que va a desear?”
A lo cual respondí:
“Dame mangú que anoche tuve una pesadilla.”

Felipe Lora
9 de Abril de 2007

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